Desastre de Concepción de 1657

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Desastre de Concepción de 1657

El 15 de marzo de 1657, un potente terremoto sacudió la ciudad de Concepción, una de las más importantes del aquel entonces Reino de Chile debido a su puerto y su posición estratégica:

“El jueves 15 de marzo del corriente 1657, a las ocho y media de la noche sobrevino un horrible terremoto, más violento que el pasado diez años antes a 13 de mayo de 1647. Fue en general en aquel reino, y duró un cuarto de hora, en el que arruinó de todo punto a la ciudad de la Concepción y su comarca, sin dejar templo ni casa en pie”.Torres, Bernardo de. Crónica de la provincia peruana del orden de los ermitaños de San Agustín. Lima, Imprenta de Julián Santos de Saldaña, 1657, p.659.

Las descripciones de testigos de la época relatan escenas de gran destrucción: edificios colapsaron, el suelo se abrió en varias partes, y el puerto sufrió daños severos. La ciudad, construida principalmente de adobe y madera, materiales que no podían soportar tal fuerza, quedó en ruinas. El maremoto posterior inundó vastas áreas costeras, llevando consigo embarcaciones y dejando un paisaje de desolación:

“La ciudad de la Concepción con el temblor grande del 15 de marzo de este año 1657 quedó arruinada y asolada generalmente desde sus cimientos, porque sobrevino a este terremoto otro no menor fracaso como fue salir por tres veces la mar por las calles de dicha ciudad con que combatida de estos tan fuertes elementos cayeron los edificios y se perdieron los vivieres y murieron hasta 40 personas”.Relación del oidor Alonso de Solórzano y Velasco al Rey, Santiago 2 de abril de 1657. Archivo General de Indias, Fondo Audiencia de Chile, vol. 13.

Así también lo relata Diego de Rosales;

“A quince de marzo de 1657, a las ocho de la noche, padeció la ciudad de la Concepción otro temblor e inundación del mar igualmente horrible al antiguo: vino con un ruido avisando y pudo salir la gente de las casas, y luego tembló la tierra con tanta fuerza que en pie no podíamos tenernos: las campanas se tocaban ellas con el movimiento, las casas bambaleaban y se caían a plomo. El mar comenzó a hervir, estando la mar creciente, de aguas vivas y cerca del equinoccio autumnal, según el computo de este hemisferio, que es cuando por estas costas más se hincha el mar; expláyose entrando por el canal de Arroyo, que pasa por medio de la ciudad, y retiróse: pero de allí a una hora cayó hacia el poniente un grande globo de fuego y volvió a salir el mar con tanta violencia que derribó todas las casas que habían quedado, sin reservar iglesia, si no fue de la Compañía de Jesús y todo el Colegio, que no recibió daño considerable con haberle entrado el mar. Salimos todos corriendo a socorrer y confesar los que habían maltratado las ruinas; clamaba la gente por las calles pidiendo a Dios misericordia y confesando a voces sus pecados, y por estar cercano un cerrito, donde se acogieron cuando el mar salió bramando de repente y explayando sus furias, se escapó la gente, que si no perecen todos. No fueron muchos los muertos, por haber sido a tiempo que todos estaban despiertos y sobre aviso del temblor, aunque algunos no se dieron tanta prisa a huir quedaron envueltos en las olas del mar, que a la retirada se llevó mucha hacienda y alhajas de cajas, escritorios y arcas, transportándolo todo a otras playas, más de dos leguas de la ciudad”.Diego de Rosales, Historia general del Reino de Chile, Flandes Indiano. (Valparaíso Imprenta del Mercurio 1877), tomo I, pp.205.

Como podemos leer a través de los anteriores relatos, las consecuencias para Concepción fueron devastadores, y esto porque si bien, existen pérdidas materiales, donde las construcciones del Concepción de aquella época, considerando viviendas, la catedral, edificios gubernamentales entre otros, quedaron totalmente en el suelo, hay que considerar también, el impacto social que se generó a parir de este evento telúrico ya que, la destrucción de la ciudad causó una grave crisis humanitaria. Los abatidos sobrevivientes se enfrentaron en los días venideros a la escasez de alimentos, agua potable y medicinas. Además de que la desorganización resultante provocó el aumento de la mortalidad debido al brote de enfermedades y también a la desnutrición.

Asimismo, Concepción que en aquel entonces era un importante enclave portuario para el comercio regional, el cual debió paralizar sus actividades comerciales, afectando la economía local, por años, teniendo en cuenta que el proceso de reconstrucción tardó bastante.

En el plano militar, el terremoto debilitó las defensas militares de la región, justo cuando la lucha contra los Mapuches era una preocupación constante. Los españoles debieron redirigir recursos y atención a la reconstrucción y recuperación, lo que permitió a los mapuches ganar terreno en su resistencia a ser colonizados.

Por último y no por ello menos importante, la repetición de desastres naturales en un corto periodo de tiempo, tuvieron un profundo impacto psicológico en la población, estos eventos naturales fueron vistos por la despavorida población como un castigo divino, lo que influyó en la vida religiosa y cultural de la época.

En resumen, el terremoto de Concepción de 1657, debe entenderse en el contexto de una región azolada previamente por desastres naturales y conflictos sociopolíticos. Diez años antes, el 13 de mayo de 1647, la ciudad de Santiago fue devastada por un poderoso terremoto que dejó una marca imborrable en la población y en la infraestructura de la época. Este evento catastrófico ocurrió en un momento en que las colonias españolas en Chile enfrentaban también una lucha continua contra los Mapuches, quienes resistían ferozmente la dominación española.

La combinación de desastres naturales y la lucha sociopolítica dejó una profunda marca en la historia de Chile, demostrando una vez más la resiliencia de sus habitantes frente a las adversidades. La ciudad de Concepción, aunque gravemente dañada, volvió a ser reconstruida y continuó siendo un pilar fundamental de la región, y una vez superada esta emergencia, se preparó para ser azolada por nuevas catástrofes.

Pablo Moya Rojas