La lluvias en Chile se dejan caer a veces con abundancia y otras con escasez. Se juegan entre el limbo de los extremos climáticos sin mucha conciencia de los resultados que ello implica. Los medios de comunicación en tanto ingresan a la pauta diaria este fenómeno, entre las radios, los diarios, los matinales, todos van creando una imagen de catástrofe, que puede ser discutible, pero que la opinión pública la hace suya, transformando a los meteorólogos de los canales en estrellas de las informaciones, quienes haciendo uso de los datos entregados por un software, declaran que la lluvia se podría dejar caer en un tiempo exacto con una tasa de error que a veces es bastante alta.
Según el artículo Una revisión de inundaciones fluviales en Chile, período 1574-2012: causas, recurrencia y efectos geográficos de la Revista del Norte Grande publicada el año 2014: “Se registran 227 eventos de inundación fluvial en el período 1574-2012; el 71% de estas se asocian a eventos pluviales por precipitación frontal y convectiva, un 12% a procesos nivoglaciales; un 10% a procesos volcánicos y la menor proporción de crecidas fluviales de carácter catastrófico se vinculan a deslizamientos e intervenciones antrópicas. El siglo XX (1900-2012), concentra un 60% de los casos consignados en los últimos 500 años; durante este período, se incrementan levemente las inundaciones relacionadas con procesos de nieves y glaciares (14%), mientras que aquellas asociadas a lluvias intensas mantienen un alto porcentaje (68% del total), las causadas por procesos volcánicos e intervenciones antrópicas conservan su baja frecuencia.”
A raíz de esta publicación, nos podemos dar cuenta que las inundaciones fluviales han acompañado a la ciudad de Santiago por largos siglos y a través de diferentes orígenes, incrementándose con una mayor velocidad en el siglo XX y XXI, donde se han reiterado los casos consignados como de carácter catastrófico.
En la cuenca de Santiago una de las primeras catástrofes fluviales que se tiene registro, son las del 20 de julio de 1574:
«Los primeros desbordes del río Mapocho se registraron en la madrugada del martes 20 de julio de 1574, prolongándose todo el día y la noche siguientes; los habitantes de Santiago pasaron la mayor parte de la noche sin dormir, presas del pánico.
Ese invierno había llovido más que otros años, y si bien no heló, había caído mucha nieve en la cordillera. El río desbordado corrió por las calles que iban del oriente al mar, pasó por la plaza pública, por el edificio del cabildo y por La Cañada corrió de monte a monte”. (Urrutia, Rosa; Lanza, Carlos: Catástrofes en Chile 1541 – 1992. Editorial La Noria, 1993).
El temporal fue muy intenso provocando algunas muertes de indígenas que se fueron con la crecida del caudal del Mapocho. (“el río que se pierde en la tierra”, Mapu-cho): “Desde los inicios de la conquista, dicho río había sido la pesadilla de los soldados, agricultores y mercaderes, pereciendo muchos en sus turbias aguas.”
«La intensidad fue del caudal fue creciendo: “Por la plaza pasaban dos brazos torrentosos de agua: uno por su costado norte y otro por su costado sur. Algo parecido ocurría en las calles hoy día llamadas Puente, Santo Domingo, Huérfanos y Moneda. Los perjuicios fueron enormes; varios indios que pretendieron atravesar la calle frente a la iglesia de la Merced fueron arrastrados por las aguas; y, a más de ello, se arruinaron casas y derribaron paredes.” León Echaiz, R. (1975). Historia de Santiago. Tomo I: La Colonia. Santiago: Municipalidad de Santiago.
El cabildo, en una de sus sesiones de agosto de 1545 acordó hacer un puente con la colaboración de los comarcanos que habitualmente lo usaban; se construyó de algarrobo y costó dos mil quinientos pesos, además de la mano de obra proporcionada por el ayuntamiento, que suministró durante una semana, cuarenta indios para las faenas. Se término en 1557. Con la destrucción causada por el temporal, nuevamente el cabildo tomó cartas en el asunto y acordó en agosto de 1574, una contribución extraordinaria o “derrama” de cuatrocientos pesos de oro, entre los vecinos encomenderos de indios, los mercaderes y los indios vecinos al río, para efectuar las reparaciones.» (Urrutia, Rosa; Lanza, Carlos: Catástrofes en Chile 1541 – 1992. Editorial La Noria, 1993).
Es así como el río Mapocho ha cruzado Santiago, manifestándose desde la conquista hasta la actualidad, con algunos atisbos de rebeldía, pero con la calma y el debilitamiento del tiempo transcurrido.
Por Jonathan Segovia