Una escena desconocida de la colonización del sur de Chile, por parte de la emigración europea a mediados del siglo XIX de la mano de Vicente Pérez Rosales agente de colonización de Valdivia, fue la preparación del terreno que ocuparían. La quema de vastas zonas de selva virgen, borraron milenarios bosques arrasando a su paso la flora y la fauna endémica, abriendo grandes extensiones de tierra en las que los nuevos pobladores pudieran establecerse. Éste fue el caso de la selva del Chan Chan entre La Unión y Osorno que ardió por más de 3 meses y produjo que Valdivia y otras ciudades del sur, estuviesen bajo una capa gris opacando al sol, convirtiéndose quizás, en la primera gran catástrofe documentada en Chile realizada por mano del hombre contra la naturaleza.
Terminado el período de la independencia y de las primeras guerras intestinas, que antecedieron a la consolidación de la República, los gobiernos conservadores movidos por la tarea de asegurar territorios, que a las grandes potencias extranjeras tentaba anexar, y sumado al hecho que esas tierras eran consideradas fértiles para la producción agrícola y ganadera, es que implementaron incentivos para que los inmigrantes extranjeros se asentarán y de esa manera generar soberanía sobre esos territorios.
Las primeras oleadas de colonos se instalaron el la cuenca fluvial de Valdivia debido a que el sector poseía las características buscadas por los agentes colonizadores como lo comenta Pérez Rosales: “El primer aspecto de Valdivia revela muy poco a los ojos del recién llegado cuán hermosos e importantes son sus campos del interior para la agricultura y para las artes.”(Recuerdos del Pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886).
Pronto las tierras cultivables y productivas se fueron agotando y los inmigrantes continuaban llegando y apremiando a las autoridades por la entrega de los terrenos prometidos. El agente colonizador puso sus ojos más al sur del poblado de Osorno, pero no encontró terrenos disponibles: “los terrenos adquiridos carecían de aquella unidad indispensable para un establecimiento colonial de alguna importancia. Era necesario, además, para utilizarlos, abrir caminos y su extensión no los hacía merecedores de esa costosa mejora.
Informes maduramente recogidos me convencieron de que sólo podía encontrar lo que deseaba en el corazón mismo de la inmensa y virgen selva que, extendiéndose desde Ranco, cubría la extensa base de los Andes hasta sumir sus raíces en las salobres aguas del seno de Reloncaví.” (Recuerdos del Pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886).
Así es que luego de una expedición exitosa a través de la selva impenetrable y después de encontrar terrenos óptimos, según su criterio, Pérez Rosales decidió que la única solución para acceder a terrenos para entregar a nuevos pobladores, «era prender fuego para despejar».
Decidido el Plan, le encomienda a un indio de la zona llamado Juanillo o Pichi Juan, el que había sido el baqueano que había acompañado a todas las expediciones, la quema de la zona del Chan Chan: “En mi tránsito, ofrecí a Pichi-Juan treinta pagas, que eran entonces treintas pesos fuertes, porque incendiase los bosques que mediaban entre Chanchán y la cordillera, y me volví a Valdivia a calmar el descontento que ya comenzaba apoderarse de los inmigrantes, los cuales no sabían qué hacer de sus personas en el provisorio alojamiento donde, por falta de terrenos les había dejado.”(Recuerdos del Pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886).
“Esa espantable hoguera, cuyos fuegos no pudieron contener ni la verdura de los árboles ni sus siempre sombrías y empapadas bases ni las lluvias torrentosas y casi diarias que caían sobre ella, había prolongado durante tres meses su desbastadora tarea, y el humo que despedía, empujado por los vientos del sur, era la causa del sol empañado, al cual, durante la mayor parte de ese tiempo, se pudo mirar en Valdivia con la vista desnuda.”(Recuerdos del Pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886).
“Tan pronto como cesó de arder aquella hoguera, fue preciso emprender otra y más detenida exploración por los lugares que había franqueado el fuego en el departamento de Osorno. Recorrí, pues, en ellos, con encanto, todos los terrenos que yacen al norte de la laguna Llanquihue. La anchura media de los campos incendiados podía calcularse en cinco leguas, y su fondo en quince. Todo el territorio incendiario era plano y de la mejor calidad. El fuego, que continuó por largo tiempo la devastación de aquellas intransitables espesuras, había respetado caprichosamente algunos luquetes del bosque, que parecía que la mano divina hubiese intencionalmente reservado para que el colono tuviese, a más del suelo limpio y despejado, la madera necesaria para los trabajos y para las necesidades de la vida. ” (Recuerdos del Pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886).
En Octubre de 1852 Vicente Pérez Rosales agente de colonización de Valdivia, desembarcó en Puerto Montt con las primeras familias de colonos que se instalarían a orillas del lago Llanquihue, dando comienzo a la llamada colonización alemana en Llanquihue.
Descargar Recuerdos del pasado, Vicente Pérez Rosales, 1886
Por Humberto Muñoz