Chile es un país sísmico no solo porque los primeros soldados, cronistas, historiadores y viajeros lo han señalado en innumerables ocasiones sino porque su constitución geológica así lo comprueba. De hecho, la particular ubicación del territorio chileno en el denominado «Cinturón de Fuego del Pacífico» – lugar donde se concentran algunas de las zonas de subducción más activas e importantes del planeta – lo han convertido, actualmente, en el lugar «más sísmico del mundo».
El estudio de movimientos telúricos recibió especial atención por parte de los primeros eruditos nacionales, como por ejemplo, el abate Juan Ignacio Molina y el cronista jesuita Felipe Gómez de Vidaurre. Conforme pasaron los siglos, el interés por estudiar, describir y analizar este tipo de fenómenos de manera sistemática se desvaneció, al punto que en 1999 en la prensa diaria se reconocía «la falta de datos sobre el peligro sísmico» en un territorio tan vulnerable como el chileno. Por lo tanto y a pesar de la constante sísmica del territorio nacional, consideramos que no existen estudios de conjunto que revelen la actividad tectónica ocurrida durante el periodo pre-instrumental.