El desastroso temporal del invierno de 1930

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El desastroso temporal del invierno de 1930

Entre julio y agosto del año 1930, Chile fue víctima de fuertes lluvias y vientos. Durante julio, este temporal se concentró principalmente en la zona centro, donde causó grandes perjuicios: “un fuerte temporal azotó la zona central, dejando alrededor de diez muertos, cinco de ellos en el mar, al naufragar una goleta; decenas de damnificados, y cuantiosos daños en las ciudades y en el campo.” (Lanza, Carlos. Catástrofes en Chile 1541-1992).

En Valparaíso y Viña del Mar, se desbordaron esteros, se cortó la energía eléctrica y se inundaron las principales calles y avenidas. En San Antonio se vivió una situación similar, aunque se produjeron mayores daños:

No menos de doscientas personas quedaron sin hogar en San Antonio, al inundarse sus viviendas por ruptura de los cauces; las calles se convirtieron en ríos, a tal punto que hubo que utilizar botes para cruzarlas. El puente que unía al puerto con Llolleo fue arrastrado por las aguas. (Lanza, Carlos. Catástrofes en Chile 1541-1992).

En la zona sur del país, las ciudades más afectadas fueron Constitución, en donde naufragó el vapor Lagunas falleciendo 5 de sus ocupantes; Valdivia y Curicó donde “quedaron sin energía eléctrica, al caerse los postes y cables de alta tensión. Curicó sufrió, además, la inundación de los barrios obreros; los caminos secundarios se interrumpieron con las crecidas del río y esteros que arrasaron los puentes.” (Lanza, Carlos. Catástrofes en Chile 1541-1992).

En Punta Arenas, las fuertes lluvias y el frío se combinaron provocando grandes nevazones, por lo que fue imposible transitar por la ciudad. Las calles estaban colapsadas de nieve, además de estar a oscuras, pues los cables de la electricidad cayeron al suelo, provocando la muerte de una persona.

Durante agosto la lluvia, el viento y el frío continuaron incesantes. En Valparaíso, la lluvia hizo colapsar las calles de la ciudad, que “se convirtieron en verdaderas lagunas” (El Mercurio 31 de agosto de 1930). La gobernación marítima ante tal situación, prohibió el tránsito de  embarcaciones menores, los vapores fueron amarrados en sus fondeaderos y el Cuerpo de Salvavidas se encargó de efectuar una atenta vigilancia.

Los caminos que llevaban a comunas aledañas fueron en su mayoría inundados:

En el camino a Quillota por Concón, entre los puentes Limache y Olmos, la carretera se encuentra totalmente inundada. El camino a Concón está por cortarse en el kilómetro 17, siendo posible que a estas horas ya se encuentre interrumpido.

En el camino a Casablanca se hundió el puente de madera sobre el estero Tapihue. No hay pasada por Zapata, ni por Ibache, ni por Las Rosas.

El camino internacional se encuentra también cortado debido a un derrumbe ocurrido en el lugar denominado “Los Azules”… El camino a Santiago, por Chacabuco, se encuentra cortado en la subida de la Cuesta, debido a la crecida del estero que baja desde los altos cerros. Allí el agua se ha acumulado en una altura de cerca de dos metros, y pasa con tal fuerza, que es imposible el tránsito. (El Mercurio 31 de agosto de 1930).

La ciudad de Quillota también fue víctima de las fuertes lluvias, en esta localidad además se sintieron fuertes vientos y descargas eléctricas, lo que generó la inundación de varias quintas, y ocasionó la pérdida de numerosas plantaciones. Además, se produjo el desborde del canal Mauco, anegando gran cantidad de viviendas y la Escuela Fiscal por lo que las clases debieron ser suspendidas.

En algunos sectores del norte del país también se dejó sentir el temporal. En la bahía de Coquimbo, varias embarcaciones pequeñas que transportaban diferentes productos como papas, repollos y cemento naufragaron. Por lo cual fue necesario que las demás embarcaciones mejoraran sus amarres. En Antofagasta se anegaron varias casas, el cementerio, los colegios y el edificio de investigaciones, en otras localidades como Taltal, Chañaral y Calama se repitieron voladuras de techos, salidas de ríos, el corte del agua potable e inundación y destrucción de viviendas.

Por Pablo Moya