¡Cuando faltan médicos en Chile!

Catástrofes del Hoy
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¡Cuando faltan médicos en Chile!

Cada vez que nos enfermamos, luego de acudir al médico, lo más seguro es que debamos visitar alguna farmacia para comprar un remedio. Algo que hoy parece tan simple dada la gran cantidad de establecimientos farmacéuticos, pero no siempre fue así.

Los orígenes de los primeros boticarios y boticas de nuestro país están íntimamente ligada a la historia de la educación. Luego del proceso de Independencia, una de las principales preocupaciones para los gobernantes fue la instrucción pública en sus distintos aspectos. Es así como nacieron en las principales ciudades del territorio las primeras escuelas de enseñanza primaria y secundaria; el gobierno se dio cuenta que, para conseguir un futuro floreciente de la nación, era necesario crear establecimientos educacionales robustos, de los que salieran mujeres y hombres cada vez más preparados y útiles para la colectividad entera.

Durante muchos años, diferentes intelectuales presentaron propuestas para hacer grande a Chile, a partir de la formación de los ciudadanos mediante la instrucción pública. Es así como destaca por ejemplo la idea de Juan Egaña, que luego de instalada la primera Junta de Gobierno, presentó una memoria que tenía como propósito, instalar un gran colegio de artes y ciencias; y sobre todo de una educación civil y moral, capaz de entregar costumbre y carácter.  Si bien la idea era buena, el presupuesto que se necesitaba para consolidar esta y otras ideas, era demasiado alto para la época, por lo que la propuesta era impracticable.

Un segundo intento y con mejores resultados fue el de Fray Camilo Henríquez, que agregó al proyecto de Manuel de Salas, un programa de estudios cuyo encabezamiento era: Plan de organización del Instituto Nacional de Chile, Escuela Central y Moral para la difusión y adelantamiento de los conocimientos útiles. Fue en julio de 1813 que con la aprobación del Senado y de la Junta de Gobierno se fijó oficialmente la apertura de este nuevo establecimiento, vital para la educación secundaria del país. Paulatinamente el programa de estudios se fue modificando y perfeccionado, en ello no fueron pocas las veces en las que se pensó instalar en aquel establecimiento cursos de medicina y de farmacia; pero estos proyectos fracasaban siempre por falta de alumnos y, en especial porque se presentaba el grave inconveniente de que en Chile no había profesores capaces de establecerlo. Uno de los pocos profesionales de medicina que en aquella época vivía en Chile, era Manuel Julián Grajales, reconocido por introducir en Chile el uso de la vacuna. Es este que en 1819, propone establecer una Escuela de Medicina en Santiago, en base a cuatro cátedras:

1: Anatomía, fisiología e higiene.
2: Patología y terapéutica.
3: Efectos internos, operaciones y partos.
4: Materia médica y de medicina interna.

Era justamente en la última cátedra antes mencionada donde se incluyó la enseñanza de la farmacia. Grajales planteó la creación de una biblioteca especializada y la fundación de un jardín botánico, con el objetivo de enseñar a los alumnos las importancia de las plantas medicinales que entonces se usaban.

Este ambicioso proyecto fue redactado en un informe al Tribunal del Protomedicato, cuyo jefe Eusebio Oliva, dio respuesta con una opinión adversa, acompañando con un largo oficio del médico británico, domiciliado desde años en el país, Agustín Nathaniel Miers-Cox, que proponía que los futuros médicos chilenos deberían cursar sus estudios con una práctica hospitalaria en el hospital San Juan de Dios, donde este facultativo ejercía su profesión, formando de esta manera solo profesionales “prácticos” en el ejercicio de la medicina, sin base de los necesarios estudios teóricos previos. Por este motivo, el curso de medicina y de farmacia, no se abrieron en el Instituto Nacional.

Fue ya para 1824, que la situación comenzó a cambiar porque Mariano Egaña fue nombrado Ministro Plenipotenciario de Chile en Londres, y una de sus misiones fue la contratación en Europa de profesores para el Instituto Nacional, ya que, se palpaba en el país una gran carencia de maestros en las áreas de las ciencias físicas, matemáticas y de ramos relacionados con la farmacia y medicina, cuyos estudios se instalaron oficialmente en el país.

Lamentablemente la labor de Egaña no fue lo suficientemente fructífera porque para 1826, Guillermo Blest publicó un folleto titulado “Observaciones sobre el actual estado de la medicina en Chile”, en el cual relataba las malas condiciones de los estudios de la medicina en el país dando cuenta principalmente de una educación general escasísima de los individuos que la profesaban, con escasos ramos de la medicina y con remuneraciones insignificantes de los servicios profesionales.

Sobre el último punto, dice Blest que “los jóvenes de la época preferían estudiar derecho, sacerdocio o agrimensura; estudiar y ser médico era rebajarse socialmente.” Por ello que nadie en Chile tomaba en serio esta carrera, como la de farmacéutica, cuyos conocimientos debían buscarse en lejanas escuelas, o vivir al lado de algún médico, muchas veces extranjero.

El momento de inflexión en toda esta historia, fue la Escarlatina que se vivió en nuestro país en 1832. La escasez de médicos en toda la República y la incompetencia de muchos de ellos, sumado a la falta de farmacéuticos, obligo a las autoridades a tomar cartas en el asunto. Es así que el Protomedicato de la República propuso al gobierno, la creación de clases de medicina y de farmacia, para que la juventud pudiera estudiar estas importantes profesiones que se habían vuelto indispensables ante la pandemia que afectaba. Es así que el gobierno, creo a través de diferentes decretos, algunos cursos de farmacia y de medicina, con 42 becas de gracia disponibles en el Instituto Nacional, destinadas a jóvenes que se dedicasen completamente a esos estudios.

Ya en 1833 y por decreto supremo del Gobierno, se organizó la enseñanza de la farmacia en Chile:

Conociendo el gobierno que la farmacia, una de las ciencias más útiles y necesarias, se encuentra paralizada, imperfecta y apenas conocida, por carecer la juventud que a ella se dedica, de una instrucción metódica y científica, ha venido en decretar y decreta:

Art. 1º Se establecerá en el Instituto Nacional una clase de farmacia que durará tres años distribuidos en la forma siguiente:

El primer año se dedicará exclusivamente al estudio de la química.
En el segundo año se darán las nociones de botánica y zoología que tengan relación con la farmacia.
En el tercer año se aplicarán los conocimientos adquiridos a la farmacia.

Art.2º Desde la fecha de este decreto todos los examinados en farmacia darán sus exámenes en el Instituto Nacional conforme a lo prevenido en el reglamento interior del establecimiento.

Art.3º No podrán recibirse a examen sino a los que presentaren certificados que acrediten haber cursado lo que se ordena en los artículos anteriores y haber practicado el tiempo que designan las leyes del caso.

Art.4º No obstante lo prevenido en el anterior artículo, los que a la fecha tengan dos años de práctica, deberán seguir el curso hasta el complemente de los cuatro años que prescriben las leyes, en cuyo caso podrán ser admitidos a examen, aunque no presenten los certificados de haber concluido todo el curso.

Art.5º Para que se lleve el presente artículo ha debido efecto, los dependientes actuales de las boticas, y los que puedan entrar en lo sucesivo, deberán inscribirse en el registro que existe en el Instituto para los demás alumnos.

Comuníquese a quienes corresponde y publíquese.

Este decreto es considerado el nacimiento de la actual Escuela de Química y Farmacia de la Universidad de Chile, que vio la luz el 28 de febrero de 1833. Asimismo, tres semanas más tarde se estableció en el Instituto Nacional, la enseñanza de Medicina, y en 1834 por decreto del 16 de julio, el gobierno creó la Escuela de Obstetricia, con el objeto de preparar matronas que pudieran ejercer esta profesión, todo a cargo del doctor Lorenzo Sazie.

De esta manera paulatinamente comenzó a proliferar en nuestro país el estudio de la farmacéutica y medicina, tan necesaria en momentos de pandemia como la que hoy enfrentamos. 

Pablo Moya