La gran cantidad de agua caída, producto de las primeras lluvias del mes de junio del año 1902, causó una inesperada ruptura del tranque de la Hacienda Las Palmas, ubicada en el distrito de Quilpué, Región de Valparaíso, propiedad del distinguido hombre público, Claudio Vicuña Subercaseaux; ex ministro del Presidente José Manuel Balmaceda y presidente electo durante el año 1891, cargo que nunca llegó a asumir tras la Guerra Civil de aquel año.
La terrible avalancha que azotó el fundo en altas horas de la noche, no tan sólo inundó todos los edificios, casas y prados próximos a las habitaciones del inquilinaje del fundo, sino que también mató a un gran número de residentes y familiares del patrón del fundo.
Son muchos los relatos publicados por la prensa de la época sobre este pavoroso accidente, conmoviendo a la sociedad con relatos desgarradores. El relato del Sr. Oswald, uno de los comisionados de la comitiva que acompañó al Intendente de Valparaíso, José Alberto Bravo Vizcaya, al sitio del suceso, publicado en el “Sport Ilustrado” en su edición número 34 del año 1902, da cuenta de los efectos producidos por la inundación y comenta que «ésta debió ser tan súbita y de tal violencia, que apenas pudo haber dado tiempo a los habitantes del fundo, dormidos a aquella hora, para tomar por instinto una salida hacia el techo de las casas».
Una familia de inquilinos que habitaba en una de las chozas da cuenta como el padre se abalanzó, desde el catre en que reposaba, hacia una de las vigas de la techumbre sin cielo, aferrándose a ella con toda sus fuerzas y su esposa agarrada a sus pies con uno de sus pequeños hijos manteniéndose a una de las manos, mientras que unos de sus hijos perecía en el torbellino de aguas crecientes que inundaban la estancia. A través de este relato se nos hace imposible imaginar la desesperación y la angustia que se dibujaron en los rostros de aquel grupo de víctimas, ante el golpe impetuoso de las aguas con lodo que arrasaron todo lo que encontraron y en medio de las más espesas tinieblas.
Claudio Vicuña, uno de los hijos del propietario del fundo, tomó también por instinto de sobrevivencia, la primera salida que le vino a la mente y saltó del lecho en que dormía, escaló hacia una ventana y asiéndose de sus últimos barrotes, permaneció allí agarrado convulsivamente, tiritando de frío, viendo subir el agua y escuchando todo el siniestro estrépito de la inundación, por largo espacio de tiempo.
Bien se puede calcular el horror de tan desgraciado acontecimiento solo con formarse una idea del efecto que puede producir sobre un terreno a bajo nivel el desplome o la inundación repentina de cuatro a cinco millones de metros cúbicos de agua.
El número de víctimas, producido por esta catástrofe, alcanzó a treinta y cinco, entre inquilinos y trabajadores de diferente sexo, edad y condición; es decir, que dejó sin brazos y sin vida uno de los fundos más hermosos de la zona central de Chile, destruyendo casas, mobiliarios, jardines, prados y toda suerte de trabajos y construcciones, en menos de un minuto.
Por Andrés González Valencia.